PONIENDOSE EN CAMINO: COMIENZAN LAS DIFICULTADES

CAPITULO 6


La expectativa de trabajar en las oficinas generales de la Iglesia dio lugar a un torrente de íntimas emociones en el joven exmisionero quien no demoró en reconocer que él era muy particular.

La gran depresión económica había causado un agotamiento en los recursos de la Iglesia y en 1935 el número de empleados que trabajaban en sus oficinas centrales podría contarse con los dedos de la mano. Así que emplear a un "civil" para que trabaje con las Autoridades Generales y darle libre acceso a casi cualquier sección en el edificio era algo sin precedente.

También resultó ser una nueva experiencia aun para las Autoridades Generales, quienes no estaban acostumbrados a desenrollar los tapetes de bienvenida a un principiante. El primer día, el élder Stephen L. Richards dijo a Gordon que podía ocupar una oficina vacante junto a la suya.

No demoró entonces en comprobar que las palabras del élder Richards eran literales: la oficina no sólo estaba desocupada, sino totalmente vacía. No le habían proporcionado un escritorio ni una silla y carecía hasta de un cubo para basura.

Sin inmutarse, llamó a un amigo cuyo padre vendía artículos de oficina y con su ayuda encontró una antigua mesa combada con una pata más corta. La llevó a su nueva oficina, le colocó un bloque de madera debajo de la pata estropeada y trajo de su casa su vieja máquina de escribir.

Cuando le pidió una resma de papel al empleado que distribuía los suministros, el hombre le preguntó con asombro: "¿Sabe usted cuánto papel hay en una resma?" "Sí, quinientas hojas", le contestó Gordon. "¿Qué piensa usted hacer con quinientas hojas de papel?", le preguntó el empleado, a quien aparentemente nadie antes le había hecho tal pedido. "Voy a escribir en ellas, una a la vez", le respondió Gordon. Y obtuvo la resma de papel.

Antes de 1935, las actividades en materia de relaciones públicas en la Iglesia habían sido desorganizadas, casuales y por lo general ineficaces. El Comité de Radio, Publicidad y Publicaciones Misionales recibió la asignación de cambiar todo eso. Aunque Gordon trabajaba bajo la dirección del comité en pleno, se esperaba que fuera él quien se ocupara de las tareas cotidianas.

Lenta pero ordenadamente, el comité empezó a publicar los primeros materiales originados en las oficinas generales de la Iglesia-presentaciones en filmina, folletos, panfletos y grabaciones sonoras sobre temas que variaban desde los profetas y pioneros de tiempos modernos hasta los templos y el Libro de Mormón.

Gordon tenía la responsabilidad no solamente de conceptualizar y escribir los libretos sino también de hacer los arreglos necesarios para su producción y distribución. En primer lugar, tenía que determinar qué temas y programas abordar y entonces decidir cómo habría de proceder con cada uno de ellos de manera que resultaran de provecho sin distinción de cultura o circunstancia.

Cada material se diseñaba como un instrumento que facilitara a los misioneros una mejor enseñanza y presentación del Evangelio restaurado. Los nuevos materiales fueron recibidos con gran entusiasmo por los presidentes de misión y por los misioneros, y la queja más frecuente era que necesitaban más materiales y con mayor rapidez.

La demanda excedía el abastecimiento, al menos en parte, debido a que los misioneros encontraban que los nuevos materiales era realmente eficaces. Las experiencias de los misioneros en Nueva Inglaterra son evidencia del gran valor de una serie de 24 programas de 15 minutos cada uno que las estaciones locales de radio consintieron en transmitir como parte de sus programas.

Un misionero informó que el gerente de una de las estaciones que había escuchado previamente las grabaciones se quedó "muy impresionado. Se oponía a cualquier programa de larga duración que exhortara al arrepentimiento, pero pensó que las predicaciones breves armonizarían muy bien con sus programaciones. Así que, a partir del 18 de agosto, saldremos al aire".

El presidente Joseph F. Merrill elogió con estas palabras las tres filminas referentes a predicar en base al Libro de Mormón: "Nuestros presidentes han encontrado que estas pláticas ilustradas son nuestros medios más provechosos para establecer nuevos contactos con la gente, así que les llamamos 'pláticas de contacto'.

No son sermones y muchas personas que nunca asistirían a una reunión de predicación vendrán a escuchar estas pláticas. Estas pláticas despiertan su interés y estamos descubriendo que muchas de estas personas quieren entonces saber algo más acerca de nuestra religión". El presidente Merrill, cuya inspiración de que su joven misionero se reuniera con la Primera Presidencia resultó en éste y muchos otros programas, agregó: "Nuevamente quiero decirle que estamos inmensamente agradecidos por el dedicado y competente servicio que nos ha prestado en esta causa".

El empleo de "media jornada" de Gordon fue muy gratificador, pero también extenuante. Preparaba las agendas para las reuniones del comité, organizaba eventos de relaciones públicas, formulaba ideas en cuanto a la producción de los programas y los dirigía, y tecleaba centenares de propuestas, libretos, discursos y folletos en su vieja máquina de escribir sobre el destartalado y torcido escritorio de su oficina. El élder John A. Widtsoe lo había denominado "el Esclavo" y luego le quedó ese apodo.

Cuando el grupo trataba alguna asignación adicional, el élder Widtsoe, con cierto humor, decía generalmente: "Que lo efectúe el Esclavo", y por lo que podía esperarse, tal asignación recaía sobre Gordon. Aunque estaba seguro de que las Autoridades Generales apreciaban sus esfuerzos, tales elogios no redundaban en ventajas monetarias. En los primeros seis meses del año 1936, había ganado un total de $450.

El campo de responsabilidades de Gordon fue más allá de tener que conceptualizar y dirigir la producción de nuevos materiales de relaciones públicas y obra misional. La estación de radio KSL propalaba una serie de programas de la Iglesia los días domingo por la noche. Estos programas estaban ahora bajo la dirección del comité y durante casi un cuarto de siglo Gordon planeó, organizó y frecuentemente escribió los libretos para su transmisión semanal, y para los cuales se invitaba a muchos miembros de la Iglesia de varias condiciones de vida a fin de que hablaran sobre temas del Evangelio.

Gordon parecía comprender instintivamente la potencial influencia de los medios electrónicos y ansiosamente aprovechó el poder de la radio para comunicar el mensaje de la Iglesia a un auditorio más amplio y rápido que cualquier otro medio.' Pero existían otras oportunidades para llevar el Evangelio a grandes números de personas. A fines de la década de 1930, por ejemplo, el comité decidió preparar una exhibición para la Feria Mundial de 1939 en Treasure Island, cerca de San Francisco (California). Como era de esperarse, "el Esclavo" recibió la asignación de conceptualizar una idea y recomendarla al comité.

Atento al hecho de que la mayoría de la gente tenía un concepto equivocado de la Iglesia, Gordon sugirió que la exhibición se basara en la fama del Coro del Tabernáculo y presentara una réplica de la Manzana del Templo, incluyendo un Tabernáculo con su cúpula ovalada que tuviera su propio órgano y una capacidad para cincuenta personas. Gordon trabajó varios meses en el proyecto, coordinando los talentos de artistas, fotógrafos, constructores y otros artesanos que contribuyeron sus habilidades profesionales a tan complicada empresa. El resultado valió bien todo ese esfuerzo. La exhibición de la Iglesia atrajo a más de 1.400 personas el día inaugural y a unas 320.000 durante los trece meses que duró la feria.

A fines de la década de 1930, se le presentó al comité otra magnífica oportunidad. Mertens and Price Radio Feature Service, una compañía de promoción radiotelefónica de Hollywood, le propuso a la Iglesia que desarrollara y auspiciara una serie de treinta y nueve programas de radio de media hora cada uno. Bajo el título de "El cumplimiento de los tiempos", presentaría episodios dramatizados de la historia de la Iglesia. En consecuencia, Gordon supervisó lo que llegó a ser un extraordinario proyecto que habría de mejorar significativamente la calidad y el alcance de las programaciones relacionadas con la Iglesia. "Lo que deseamos", dijo a G. L. Price, uno de los dirigentes de la compañía radiotelefónica, "es presentar la historia de la Iglesia de una manera que atraiga el interés de quienes nos escuchen, les haga sentarse, prestar atención y reconocer que... hay algo estimulante y digno en el Mormonismo".

Chase Varney, un autor de Hollywood, escribió los primeros trece libretos. Gordon viajó a California para exponer el punto de vista de la Iglesia en la producción de cada episodio. Hubo, por ejemplo, uno de los miembros del elenco de actores que insistía en pronunciar "Moronei" en vez de Moroni y "Nafi" en vez de Nefi. "Se había obstinado a pronunciarlos así", recordó Gordon, "pero yo era más obstinado que él". Aunque nunca llegó a estar muy conforme con la música utilizada, los actores eran de primera clase y realizaron profesionalmente las producciones.

A pesar de ciertas diferencias, Gordon se relacionaba muy bien con sus colegas no miembros, tal como lo indicaba una carta que recibió de G. L. Price diciéndole:

"Estoy especialmente agradecido... de que sea usted miembro del comité [encargado] de los libretos. Nosotros dos percibimos que, además de sus cualidades espirituales como élder y de su absoluta e innegable lealtad hacia la Iglesia, usted posee una gran perspicacia y gran tolerancia ante el punto de vista de los gentiles, todo lo cual le constituye en un colaborador particularmente valioso tanto para Chase como para mí".

Al suscitarse algunas circunstancias que impidieron que el Sr. Varney continuara escribiendo los libretos de la serie, le pidieron a Gordon que lo reemplazara temporariamente y escribiera un par de ellos. Su labor fue tan admirable que los productores le instaron a que continuara haciéndolo.

No era fácil preparar buenos libretos. Aunque todos los encargados de su revisión elogiaban su estilo como muy elocuente y conmovedor, Gordon se preocupaba sobremanera ante el complicado proceso de hilvanar palabras. A fin de prepararse para ello, pasaba largas horas en la biblioteca histórica de la Iglesia escudriñando diarios personales y artículos para obtener relatos que pudiera narrar con eficacia por radio.

Sus primeras asignaciones de escribir y producir tales programas llegaron a cimentar su extraordinaria educación en cuanto a la historia de la Iglesia. Una y otra vez fue reconstruyendo en su mente las circunstancias que sus antepasados pioneros habían experimentado en generaciones anteriores. Cuanto más estudiaba y escribía, más reales iban haciéndose aquellas escenas para él. Su genuino interés en la historia de la Iglesia fue convirtiéndose en un profundo y conmovedor respeto, al reconocer cuán íntima era su relación con aquellos que se sacrificaron para consolidar el reino del Evangelio.

A medida que examinaba los diarios personales y artículos, comenzó no solamente a entender sino a sentir el fervor y la visión de los Santos acerca de un reino espiritual que finalmente habría de extenderse más allá de su humilde comienzo. Y su visión de lo que podría ser-y llegaría a ser-fue motivándolo mucho más que las horas de cierre que cada programa demandaba.

Su sentido visionario era asimismo fortalecido por el privilegio de trabajar íntimamente con las Autoridades Generales y poder observarlos cuando evaluaban los problemas, tomaban decisiones y consideraban situaciones importantes. La oportunidad que Gordon tenía era algo excepcional para una persona de su edad y experiencia. Y a raíz de que no demoraron en reconocer su intuición, sus motivos y su razonamiento, los miembros del comité hablaban abiertamente con él, respondían francamente a sus preguntas y depositaron en él su confianza.

Cuando tomó el empleo, varias personas lo llamaron hacia un lado y le ofrecieron una cordial advertencia, diciéndole: "No podrá jamás trabajar con el élder Richards. Nadie puede hacerlo. Él es muy estricto, muy exigente". El élder Richards era exigente y minucioso, y quienes trabajaban con él habían aprendido a planear cuidadosamente las cosas y a ejecutarlas con precisión. Pero Gordon también, por naturaleza, era meticuloso y esmerado en sus recomendaciones y en sus presentaciones. Y aunque había momentos en que se preguntaba si podría ponerse a la altura del élder Richards, su dinamismo y su naturaleza optimista lo estimulaban en horas de desaliento.

Con el transcurso del tiempo, llegó a valorar los frutos de su rigurosa preparación y su inclinación hacia los detalles, y desarrolló un enorme respeto y admiración por su jefe. En verdad, a excepción de su padre, quizás ninguna otra persona haya llegado a ejercer tanta influencia en el joven Gordon Hinckley como Stephen L. Richards.

Desde su ventajosa posición, Marjorie, en cuya compañía Gordon ahora pasaba tanto tiempo como le era posible y a quien le contaba muchas de sus experiencias, pudo ver que el élder Richards y su novio eran verdaderamente amigos del alma: "Ambos eran muy listos. El élder Richards era inteligente y también lo era Gordon. Y se llevaban bien en sus tareas gracias a su intelecto. Gordon aprendió mucho de él, particularmente en cuanto a tratar con la gente. Aprendió que uno no debe altercar con la gente, sino arreglar sus diferencias".

Fue una clase de educación que aun las más importantes universidades no podrían haberle ofrecido, aunque de vez en cuando Gordon solía lamentarse de que sus planes de cursar estudios avanzados parecían haber quedado permanentemente interrumpidos. No se arrepentía de haber decidido aceptar el cargo que la Primera Presidencia le había ofrecido, pero a veces se preguntaba (y aun se preocupaba) en cuanto a lo que el futuro le depararía trabajando para la Iglesia.

En una carta a su amigo Homer Durham, comentaba: "Aprecio tus felicitaciones con respecto a los programas de radio. Actualmente estamos trabajando para continuarlos. Hay mucho que hacer. La tarea de este comité de tan largo nombre se está volviendo cada vez más extensa, más complicada y más interesante... [La] radio, las películas y las publicaciones de diverso tipo también sirven para mantenerme orando, humilde, ocupado y trabajando largas horas... [como así también] a los golpes en altas horas de la noche para batir las horas de plazo que parecen acelerarse tanto como mi bien lubricado fotómetro. Todo esto me ha forzado a depender más de mis anteojos... [a tener] hombros más abultados, a tranquilizarme un poco más y a maravillarme algo más en cuanto a en qué terminará todo esto".

Aunque a Gordon le era imposible adivinar lo que le esperaba en el futuro, una inmediata y aun notable consecuencia de su empleo era la oportunidad de instruirse en temas relacionados con el reino bajo la tutela de los maestros del Señor. Con el tiempo, Gordon adquirió un extraordinario concepto de los hombres llamados a servir como Autoridades Generales. Tiempo después dijo: "Me llevé a las mil maravillas con aquellos hombres notables que tan bondadosos fueron conmigo. Pero aprendí que eran seres humanos. Tenían sus debilidades y sus problemas, pero eso no me molestaba. En realidad, incrementó aun mi aprecio por ellos al ver que por sobre su naturaleza mortal se manifestaba un fundamento divino, o al menos un elemento de consagración a la magnífica causa que tenía preponderancia en sus vidas.

Pude ver la inspiración que se manifestaba en su diario vivir. No tuve duda alguna de sus proféticos llamamientos o del hecho de que el Señor hablaba y actuaba por su intermedio. Podía ver yo su carácter humano, sus flaquezas-y todos ellos las tenían. Pero también presencié la avasalladora fortaleza de su fe y de su amor por el Señor, y su absoluta lealtad hacia la obra encomendada y la confianza depositada en ellos".

Durante aquellos primeros años, Gordon enseñaba también en las tardes una clase de seminario en la Escuela Secundaria South. No era fácil mantener la atención de los adolescentes al cabo de un largo día escolar, pero disfrutaba mucho de apacentar a su clase con las Escrituras. Cuando le ofrecieron un empleo regular como maestro de seminario, estuvo tentado a aceptar. Pero al enterarse de tal ofrecimiento, el élder Richards le dijo: "No, queremos que se dedique a trabajar totalmente con nosotros". Gordon aceptó la invitación del élder Richards y tiempo después comentó: "Decidí trabajar para los apóstoles en vez de enseñar seminario. Tomé la decisión correcta, aunque no era fácil hacer todo lo que ellos esperaban que hiciera".

Aunque su "carrera", por así decirlo, había tomado un rumbo completamente inesperado, estaba teniendo experiencias que nunca había soñado tener y adquiriendo poco a poco una perspectiva panorámica de la Iglesia y del mundo. Y aunque se estaba educando bajo la tutela de las Autoridades Generales e incrementando diariamente su comprensión en cuanto a las tareas que se requieren para administrar la Iglesia, también iba progresando en otro importante aspecto.

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