EN LA LINEA DE FUEGO

C A P Í T U L O 9

Habiendo fallecido el presidente George Albert Smith justamente dos días antes de comenzar la conferencia general de abril de 1951, David O. McKay fue sostenido como Presidente de la Iglesia en una asamblea solemne efectuada el lunes 9 de dicho mes.

Un oleaje de sorpresa se extendió por todo el Tabernáculo cuando el vigoroso nuevo profeta, dejando a un lado la tradición, nombró a Stephen L. Richards como su primer consejero y a J. Reuben Clark (hijo) como su segundo consejero.

El presidente Clark había servido por dieciocho años como primer consejero en la Primera Presidencia; durante casi todo ese tiempo había llevado la mayor parte de las responsabilidades sobre sus hombros.' Gordon se preguntaba cómo la nueva asignación del presidente Richards habría de afectar sus relaciones de trabajo y pensó que quizás ahora tal vez tendría menos contacto con su buen amigo.

La nueva Primera Presidencia asumió el liderazgo de la Iglesia que para entonces se expandía rápidamente. Con 1.100.000 miembros en 42 misiones y 191 estacas, el paso iba acelerándose y todos los que trabajaban en las oficinas generales de la Iglesia y otros departamentos percibieron que el reino se preparaba para expandirse de una manera sin precedentes.

El presidente Richards no demoró en llamar a Gordon a su oficina y le dijo: "El presidente McKay me ha dado la responsabilidad del programa misional de la Iglesia y necesito que usted me ayude". La "ayuda" de Gordon había de ser mucho más que ocasional, porque el presidente Richards lo designó secretario ejecutivo del Comité General Misional y le encomendó la supervisión de las operaciones diarias del Departamento Misional.

Ésa era una enorme y complicada responsabilidad. Anteriormente,las varias fases del programa misional habían estado divididas entre cuatro diferentes comités en las oficinas generales de la Iglesia; ahora se consolidaban en uno Solo .2Cuando., el presidente Richards describió las dificultades que debían encarar-incluso la incrementada conscripción militar ocasionada por la Guerra de Corea, con sus consecuencias para el programa misional-, Gordon respondió: "Presidente Richards, usted no me necesita en este cargo; usted necesita un abogado". La reacción del presidente Richards fue firme: "Yo soy abogado. Yo no quiero pleitear esto. Quiero solucionarlo".

El Departamento Misional tenía la responsabilidad sobre prácticamente todo lo relacionado con la obra misional: la traducción de todo material misionero, incluso las Escrituras, a un creciente número de idiomas; el llamamiento y la capacitación de misioneros y presidentes de misión; la preparación y distribución de publicaciones misionales y de materiales para la enseñanza; el continuo desarrollo de artículos para los medios de difusión y de proyectos de relaciones públicas; y la obligación de responder a los continuos problemas de varios miles de misioneros sirviendo en todo el mundo.

Si ésa hubiera sido una época de tranquilidad, el peso de la labor y las consiguientes presiones habrían sido más que suficientes. Pero la Guerra de Corea lo complicaba todo y alteraba drásticamente el panorama misional. El gobierno [norteamericano] quería reclutar a los mismos jóvenes mormones que deseaban servir en una misión. El reclutamiento permitía ciertas excepciones, una de las cuales era la clasificación sacerdotal (4D).

La posición de la Iglesia era que a un misionero le correspondía la clasificación de ministro sacerdotal, la que, por ser temporaria, sólo postergaba su servicio militar y no lo eximía. Pero algunas juntas de reclutamiento no estaban de acuerdo con ello. La nueva asignación de Gordon llevaba consigo la responsabilidad de hacer trámites a través de ese caos burocrático y representar a la Iglesia en las discusiones entre las juntas de reclutamiento y los misioneros.

Algunas juntas de reclutamiento locales se negaban categóricamente a otorgar cualquier clasificación sacerdotal a los misioneros, no importa cuál fuere su condición como reclutas. Otras juntas ordenaban a los jóvenes dentro de sus respectivas jurisdicclones que abandonaran el campo misional y se presentaran para el servicio activo.' Irónicamente, las juntas de reclutamiento de Utah y de Idaho eran de las que menos cooperaban al respecto.

La incertidumbre era desconcertante, particularmente para los candidatos a misioneros, sus padres y sus líderes. No había joven que supiera lo que le deparaba el futuro o qué planes podía hacer. Y desde 1951 hasta 1953, tales circunstancias redujeron las fuerzas misionales en un cincuenta por ciento.

La desilusión fue en aumento. A un joven de Idaho la junta de reclutamiento le ordenó que regresara del campo misional y se presentara para el servicio activo. Apeló ante los tribunales estatales y federales, y perdió en ambos. La junta de reclutamiento en otro pueblo de Idaho dispuso que todos los jóvenes que estuvieran sirviendo como misioneros debían, en el término de una semana, presentarse a la entrada del edificio de los tribunales para someterse a un examen médico antes de ser reclutados.

Ante tales decisiones tomadas en un estado con tantos habitantes miembros de la Iglesia, era evidente que la Iglesia nunca lograría progresar mucho si continuaba tratando exclusivamente con las juntas locales de reclutamiento. Y así fue que el presidente Richards y Gordon viajaron a Washington, D.C., para tener una reunión con el General Lewis B. Hershey, Director Nacional del Servicio Selectivo. Su propósito era aclarar la intención del programa misional y asegurarle al general que la Iglesia no esperaba que se eximiera a sus jóvenes del servicio militar, sino simplemente que se postergara su reclutamiento por un período suficiente para que pudieran servir como misioneros.

El general Hershey no deseaba interferir con los programas de ninguna religión para llevar a cabo su ministerio y manifestó una disposición favorable hacia la causa de la Iglesia. Gracias a su apoyo y después de triunfar en una serie de apelaciones federales, Gordon cooperó con el Servicio Selectivo para llegar a lo que parecía ser un compromiso razonable: una cuota que permitía a un limitado número de misioneros servir en un determinado tiempo. Comenzando en julio de 1953, cada barrio y rama existente en los Estados Unidos podía llamar a un joven para que sirviera en una misión durante ese año y quizás a dos en el año siguiente.

El sistema de cuotas no era una solución ideal, aunque era preferible a tener que suspender todo el programa misional. Pero el sistema era, por naturaleza, motivo para disensiones y provocó resentimientos en barrios donde un joven iba a la guerra en tanto que otro salía como misionero. Gordon se enteró de muchos casos y aconsejó a muchas de las familias afectadas por tales circunstancias. Recordaba las dificultades de esos años como una "época terrible... [en la que] la continuidad misma del programa misional... estaba en juego y cada día presentaba una nueva batalla".

Al firmarse el acuerdo de paz que dio término a la Guerra de Corea se redujo la urgente necesidad de soldados y, finalmente, en junio de 1955, una resolución del Congreso declaró que los misioneros Santos de los últimos Días debían ser considerados legalmente como ministros ordenados de la Iglesia y por consiguiente supeditados al aplazamiento sacerdotal.

Era difícil imaginar que una guerra librada al otro lado del mundo pudiera haberle provocado a Gordon tanto pesar, causándole tantas noches de insomnio y obligándolo a participar en un sinnúmero de reuniones, negociaciones, llamados telefónicos y deliberaciones. Un resultado positivo fue que continuó beneficiándose gracias a su amistosa relación con el presidente Richards, cuya tutela fue providencial. Gordon dijo: "Para crédito de este sabio e inspirado hombre, las situaciones que parecían imposibles de manejar se resolvían de tal manera que los jóvenes de la Iglesia podían cumplir son sus obligaciones militares y a la vez servir en misiones".

Desde el punto de vista personal, Gordon aprendió de inmediato cómo encarar la burocracia y llegó a entender el efecto de las decisiones de los consejos supremos de la Iglesia. "El presidente Richards era un hombre concienzudo, considerado, cuidadoso y sabio", explicó. "Nunca tomaba decisiones apresuradas sin observar las cosas con cautela antes de proceder. Yo aprendí que en esta labor es mejor proceder cuidadosamente, porque cualquier decisión que uno tome tiene ramificaciones de largo alcance y afecta la vida de muchas personas".

A su vez, el presidente Richards apreciaba mucho a su joven compañero. Después de terminada la Guerra de Corea, le expresó de esta manera su agradecimiento en una tarjeta de salutación: "No puedo manifestarle adecuadamente cuán profundamente aprecio su vinculación y su ayuda. No sé cómo podría yo llevar a cabo mis asignaciones sin el eficaz servicio que usted ofrece tan voluntariosamente. Estoy seguro de que el Señor habrá de bendecirlo por ello, porque usted es un gran contribuyente a Su sagrada causa ".

Aun teniendo en cuenta los sacrificios relacionados con mantener funcionando el programa misional, los resultados obtenidos bien valieron el esfuerzo. Hacia fines de la década de 1950, el número de misioneros regulares en el mundo fue incrementándose hasta exceder los seis mil, y durante esos años se bautizaron más personas-casi medio millón-que en los primeros noventa años de la Iglesia.

A medida que el Departamento Misional fue ampliándose en alcance y tamaño, se iban agregando otros empleados para que ayudaran. Entretanto, sin embargo, aunque contaba con la ayuda de dos secretarias, Gordon continuaba siendo, en realidad, el Departamento Misional propiamente dicho. Consecuentemente, su teléfono sonaba a toda hora, noche y día, en su oficina y en su hogar: "Me iba a trabajar temprano en las mañanas y antes de que pudiera quitarme el sombrero, el teléfono ya estaba sonando", explicó. "Durante todo el día y la mitad de la noche, mi teléfono sonaba con llamados de todo el mundo. Cada vez que algún misionero se enfermaba, extrañaba su familia, se mareaba o echaba de menos a su novia, yo recibía un llamado telefónico" .

Día tras día, se ocupaba con marcada diligencia de los innumerables detalles que recaían sobre él. Tenía gran capacidad para absorber una inmensa cantidad de información y tomar medidas sin complicar las cosas o tratar de justificar sus decisiones. Conocía a cada presidente de misión en todo el mundo y había ayudado a capacitarlos antes de que fueran al campo misional. Y era, para cada uno de ellos, el primer punto de contacto en las oficinas generales de la Iglesia.

Ya para 1951, Gordon había sugerido al presidente Richards que el Departamento Misional adoptara un programa uniforme de estudio para los misioneros a fin de que los traductores pudieran ofrecer ayudas educativas en varios idiomas y que todos dispusieran del mismo manual. Ya existían tres o cuatro misiones que habían, para sí mismas, preparado planes al respecto, los cuales fueron evaluados y desarrollados en un "Programa sistemático para enseñar el Evangelio", el primer método modelo de proselitismo utilizado por la Iglesia en todo el mundo. Aunque al principio el uso de este programa era optativo, ya para 1961 la Primera Presidencia determinó que un plan uniforme de enseñanza fuera parte del programa obligatorio para capacitar misioneros en la casa de la misión de Salt Lake City.

En tanto que Gordon adiestraba a los líderes locales, a los presidentes de misión y en ocasiones a los candidatos a misioneros en cuanto a los puntos esenciales de la obra misional, habitualmente recalcaba que debían convertir a los investigadores antes de bautizarlos. Y exhortaba a los líderes locales a intensificar la obra misional coordinada de miembros y misioneros.

Mediante esta participación, Gordon pudo constatar cuánto había aumentado su propio testimonio del Libro de Mormón como una clave para la conversión. La urgencia de proporcionar traducciones adicionales del Libro de Mormón fue creciendo continuamente a medida que más habitantes de países extranjeros se unían a la Iglesia y se ponía en evidencia la necesidad de contar con el Libro de Mormón en nuevos idiomas. Durante la década de 1950 el libro se publicó en nuevas, reevaluadás o actualizadas traducciones en alemán (1955 y 1959), noruego (1959), portugués (1951, 1952 y 1958), español (1950 y 1952), sueco (1959), francés (1952 y 1959), japonés (1957) y finlandés (1952).

Gordon pasó muchas horas trabajando con traductores que comprendían la terminología y los diversos matices particulares de la Iglesia para producir correctas ediciones de las Escrituras en idiomas extranjeros.

Había que traducir además todos los otros materiales relacionados con la obra misional y la supervisión de la Liahona, la revista oficial de la Iglesia en español, también recayó sobre su escritorio. Durante este período, se encontró frecuentemente coordinando la impresión de varias ediciones del Libro de Mormón, como también de otros materiales para los misioneros, con Thomas S. Monson, quien en esa época supervisaba la impresión de las publicaciones de la Iglesia como parte de sus responsabilidades en Deseret News Press. [Thomas S. Monson] describió con estas palabras su interacción: "Nuestro catálogo de publicaciones misionales contaba con más de cien artículos y el hermano Hinckley enfrentaba la enorme tarea de tener a mano una cantidad suficiente de cada uno de esos materiales. Juntos planeábamos lo que debía imprimirse, cuántos había que imprimir y cuándo ordenarlos de nuevo. La tarea más grande era procesar nuevas órdenes del Libro de Mormón.

Cada vez que se imprimían, no importaba en qué idioma, planeábamos juntos la manera en que debía hacerse".` En esa época, quizás no había nadie en toda la Iglesia que estuviera mejor familiarizado con el programa misional y sus complicaciones operativas que Gordon B. Hinckley.

El marcado énfasis de la obra misional se extendió hasta su propia vida familiar. Los hijos escuchaban la interminable narración de historias sobre misioneros que habían estado progresando en sus labores y algunas cosas relacionadas con los problemas que debían encarar en sus llamamientos. Después de haber escuchado durante meses acerca de los misioneros "en el campo", Dick-que acostumbraba a correr libremente a través de los campos que rodeaban su casa-hizo lo que para él era una pregunta lógica: ¿Por qué andaban los misioneros "en el campo"? ¿Por qué nunca venían adentro?

Inevitablemente, algunas dificultades solían suscitarse entre las numerosas tropas de misioneros que servían por todo el mundo, y cuando salían a relucir, se convertían asimismo en problemas para Gordon. Él empleaba un raciocinio natural al encarar cualquier circunstancia que surgiera y podía dedicarse personalmente a solucionar problemas basándose en algún precedente. Si no existía un criterio preestablecido para ello, procuraba entonces el consejo del presidente Richards.

Al ocuparse con la enorme variedad de detalles, preguntas y dificultades que iban a parar a su escritorio, llegó a amar tanto a sus compañeros de tarea como la tarea misma y se interesaba personalmente por el bienestar de los misioneros y de los presidentes de misión.

En cierta ocasión, cuando un joven élder que padecía una seria enfermedad se vio forzado a volver del campo misional para someterse a una operación en un hospital de Salt Lake City, la Iglesia reservó una habitación cercana en la que el misionero y su madre pudieran quedarse durante su convalecencia. Desafortunadamente, el cuarto era muy sofocante debido a la alta temperatura de ese verano. Dándose cuenta de la desagradable condición en que se encontraba esa gente, Gordon les prestó el ventilador eléctrico de su oficina.

Teniendo que tomar decisiones en casos de mala conducta entre misioneros, en lo posible trataba de inclinarse hacia la clemencia. Cuando se hacía necesaria una reprimenda o una sanción, generalmente manifestaba que su primer interés era el bienestar y el futuro del infractor y que toda acción adoptada se basaba en el amor.

Las responsabilidades de Gordon requerían una íntima relación con la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce y le ofrecía un excepcional acceso a quienes servían en los más altos concilios de la Iglesia. Con gran frecuencia solía observar cómo encaraban cuestiones serias; participaba asimismo en evaluaciones que requerían tomar decisiones con consecuencias de gravedad y fue instruido en cuanto a la conducción y la administración de la Iglesia. A su vez, las Autoridades Generales fueron adquiriendo gran confianza y fe en sus opiniones, su capacidad y su integridad-por todo lo cual quedó en posición de aceptar responsabilidades adicionales.


No hay comentarios:

Datos personales

Mi foto
Sacerdote de la Iglesia de Jesucristo de lo Santos de los Últimos días.